18/3/15

La fetichización de la radicalidad. Censura y cambio en el MACBA

Nota del 23-3-2015: 
El día 21 de marzo la exposición "La bestia y el soberano" se abrió al público, con la presencia de todas las obras previstas. La presión de la comunidad artística barcelonesa e internacional fue clave en la rectificación del director del MACBA, que así corrigía--formalmente al menos--los daños incurridos por su censura anterior, explicada aquí. El día 23 de marzo el director dimitió de su cargo, después de haber cesado los co-comisarios vinculados al MACBA de sus responsibilidades. Pendiente queda el debate sobre el papel y el sentido de la actual Fundación del museo y de su patronato.

Con este breve entrada quisiera reflexionar no sólo sobre la reciente censura de la exposición "La bestia y el soberano" por parte del director del MACBA, Bartomeu Marí, sino también sobre la propia premisa de la muestra, ya por sí discutible por su manera previsible y decepcionante de formular la relación entre el arte y la radicalidad política. No hablamos de las obras como conjunto ni individualmente, necesariamente, sino de la manera de señalar ciertas virtudes funcionales del arte político y su supuesta recepción social.


Prevista para inaugurar el día 18 de marzo, la exposición se canceló ante la renuncia coherente y admirable de los comisarios de no aceptar la censura de la obra de Ines Doujak, del ciclo Loomshuttles / Warpaths, una pieza que une el cuestionamiento del colonialismo y sus perpetradores con otros aspectos interesantísimos, como la producción textil. De esta censura hablaremos más adelante.


Primero, pero, es imprescindible dirigirnos al mismísimo propósito de la muestra, que recurre a una formulación innecesariamente romántica del papel heroico del artista ante el poder político. O, como mínimo, así pensaba yo ya hace algunas semanas cuando salió la información de prensa, con este título y subtítulo (31 artistas deshacen las lógicas del poder) que producen rubor. Yo no he conocido nunca a un artista capaz de hacer tal cosa, solo he visto algunos tanteos, por lo que sólo puedo responder con cierta sorna, lo siento. Además, todas las informaciones previas, en las notas de prensa y otras, parecían tergiversar la formulación de Derrida de donde viene el título, reforzando la sensación que los comisarios han optado por apelar a un discurso excesivamente gratuito en la actualidad. Y con Derrida subido al carrito.

Se podria pensar que esta reducionismo en la comunicación de la muestra no la beneficia. 



La desesperación de los agentes del arte ante su propia irrelevancia política y social les conduce a menudo a construir un relato redentor para los artistas-críticos-instituciones que aspiran a la pertinencia política. Eso, además, es lo que vende. Algunos dirían que las vanguardias se inventaron precisamente para eso, en un momento político clave, asimilando los mecanismos críticos del anarquismo, por ejemplo, para después vaciarles para uso cultural (David Weir, Anarchy & Culture: The Aesthetic Politics of Modernism, 1997). Pero ¿no sería mejor desafiarles a los artistas desde la coherencia del discurso curatorial, y con algo menos de  positivismo humanista? Más coherente sería ponerles a los artistas y sus avaladores institucionales en apuros discursivos en cada momento--ya que primero tenemos que deshacer las lógicas del poder constituyente del sistema de arte, y después preocuparnos por lo demás. Del MACBA, que sigue manejando con prepotencia su propia poder de otorgar valor, y a pesar de sus recursos reducidos, ya hemos hablado en este blog con anterioridad.
Tales discursos (antes se decía "políticamente correctos", pero ya que no se toma como una desconsideración tenemos que buscarnos otra etiqueta) abundan tanto en la actualidad precisamente ante la necesidad de las instituciones artísticas y sus colaboradores (los artistas, que raras veces producen más allá de la capacidad de absorción del mercado, público o privado) de justificarse ante una sociedad que reclama su conexión con los flujos político-emocionales del momento. La única respuesta válida, desde la óptica crítica, sería negarles tal credibilidad e incluso su pretexto, ya que la relevancia política ante el poder es una divisa que se acuña con demasiado facilidad y--como ocurrió con las monedas de uso colonial (como nos recordaría a lo mejor la Doujak)--se mercadea con ellas para fines poco lícitos (David Graeber habla de ello en su análisis de la economia colonialista de Madagascar, en su brillante libro sobre la deuda).


Justo estos días se ha publicado el debate de e-flux sobre el tema, que con todos sus defectos ayuda a sentar algunas bases para una perspectiva de cinismo ponderado ante las pretensiones de aquellos que hacen carrera y que se posicionan socialmente con posturas y gesticulaciones de la radicalidad política en el arte. La radicalidad se ha fetichizado, es tendencia y por eso bajo sospecha. Estamos hablando de una moda que, además, bonifica por encima del precio del dinero disponible al pueblo llano--desmontar el poder desde el arte es un junk bond--por lo que la tarea de distinguir entre prácticas innovadoras y otras miméticas no será fácil. 


Para las instituciones como el MACBA, que suelen seguir los corrientes en vez de marcarlos (en otro momento podemos hablar de algunas formas ya arqueológicas que parece querer escenificar Paul B Preciado, que dirige parte del programa teórico, lo que me parece una apuesta excesivamente didáctica de algunas ideas ya bien asimiladas en otras partes--pido que nos expliques lo que no sabes), es más importante apelar al supuesto nexo entre ciertas prácticas políticas y sociales en el arte actual que examinar con rigor el significado de los discursos culturales auténticamente desafiantes al poder. El MACBA, como un adolescente, no está acostumbrado todavía a su propio cuerpo, y así acaba incomodando a los demás, como todos los teenagers en la mesa. Toda pretensión de atribuirse los valores de la radicalidad en la praxis cultural debe recibirse con escepticismo, y, por si acaso, un buen dosis de ácido sulfúrico. 31 artistas a prueba ante el desafío de su propio poder cultural. 

Cuando se juega con la puerta giratoria de la radicalidad política en el arte es normal que, tarde o temprano, se enganchen los dedos. 


 Una acción (¿autores desconocidos?) en la protesta ante las puertas del MACBA, 18 de marzo (foto de Gianluca Battista, El País)

 En cuanto a la censura en sí, es interesante ver como estos casos siempre siguen ciertas tipologías bien conocidas. Incluso se podría decir que son casos nada interesantes, ya que los errores son igual de estúpidos y predicibles y la historia siempre falla al lado de la libertad de expresión. Sólo hace falta mirar los casos bien archivados en el File Room de Muntadas para entender sus lógicas del miedo y como aburren. No se aprenden nada de la censura, es una especie de chiqui banalidad del pulp mal. Hace tres días, buscando otros documentos míos de archivo, encontré por casualidad el informe de la Asociación de Artistas Visuales de Catalunya sobre la censura del año 1995 (yo participé en la recogida de algunos datos). Algunos años antes, en 1991, desvelé el caso de la censura a Hans Haacke en la Fundació Miró, en un artículo publicado en el diario El Independiente. La propia página web del MACBA recoge aquel caso con estas palabras: 

"A principios de los años noventa, la Fundación Joan Miró de Barcelona rescindió su           acuerdo con el artista cuando conoció el proyecto que pensaba presentar." *

Plus ça change....

Lo que es absurdo es que el director del MACBA ya ha demostrado que es capaz de resistir a las críticas y las presiones cuando le convenga, como ocurrió con las fotografías de Ahlam Shibli de mártires palestinos (aunque la polémica fue más caliente en París). Para que no hayan dudas sobre sus orientaciones políticas, ante la ola de comentarios en las redes tachándole de "franquista" (el pobre), recuerdo que hace algunos años firmó un anuncio en los diarios a favor de una candidatura política de Iniciativa per Catalunya. Así que el curriculum, impecable. Tambíen sabemos que este señor ha ido desgastando los mejores mentes pensantes de su propio equipo de manera sistemática.

Hace poco el MACBA nos regaló unas jornadas que proponían Descolonizar el Museo, cuando a lo mejor hubiera sido mejor proponernos echar el museo del maravilloso país de la culturas por una puñetera vez. Descolonizar el museo, como si el museo fuera la víctima, ¡qué cosa! Tampoco van a ser víctimas los comisarios (no hay medallas para los buenos profesionales). Ahora la única solución será de dejar que las lógicas del arte desmonten las lógicas del poder cultural que maneja el MACBA. Al final será una bestia soberana--la síntesis de la propuesta censurada quizás--que desmonte el error, una bestia que acabará devorándole al director por su falta de valentía. En una entrevista por la radio el todavía director del MACBA incluso llegó a insinuar que la obra de Doujak supera los límites razonables de la corrección, echando la culpa a la artista seleccionada, una apreciación intolerable que le inhabilita para seguir en el cargo.

 * Con la presentación de la colección en noviembre de 2011, el MACBA ofreció esta perla en su propia página web: "Voces críticas explícitas contra la censura, la falta de libertades y el machismo imperante se levantan desde las prácticas artísticas."

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