24/3/17

Cartografía de la anarquía. Artículo a BCNMes

En el número de marzo de la revista BCNMés aparece un artículo donde me acerco al tema de la presencia y realidad de la anarquía actualmente en Barcelona. El trabajo, de naturaleza periodística y necesariamente abreviado, lleva el título "Anarco-Atlas. Cartografía viva de la anarquía". 



Portada de la revista BCNMés, mes de març. Portada de amural.info

Está disponible también en papel, en los puntos de distribución que se encuentran a través de este link:
http://bcnmes.com/puntos/

El artículo se dedica en buena parte a preguntar por la terminología de la anarquía, su sentido como etiqueta, además de sus muchas formas paralelas y simuladas, explícitas y implícitas. Considero algunos vínculos históricos, reflexiono sobre la ocupación, introduzco el tema de la cooperación y las cooperativas, para acabar con la imagen de Las Kelly, las camareras de piso en lucha a través de esta organización auto-gestionada ejemplar. 

A continuación ofrezco una sección del texto, en conversación con personas activas en la ocupación de viviendas dentro de un marco de activación política.

En años recientes me he dedicado al tema en mis artículos especializados, en revistas diversas, además de mis investigaciones académicas, con el trabajo del Máster reciente sobre la anarquía entre los artistas neo-impresionistas. Además, durante dos años he impartido una asignatura sobre el tema de "Anarquía y cultura", para créditos de Ciencias Sociales, en la Emily Carr University of Art and Design, de Vancouver. En otra entrada espero poder explorar el sentido y las preguntas a considerar a la hora de enseñar un tema tan rico pero complejo.

Una de los temas que más me ha interesado durante estos años es la cuestión de cómo se plasma una posición ideológica y ética en la práctica artística y cultural. Por supuesto, plantear la manera de expresar una teoría amplia y compleja de carácter político y social no es fácil. Las formas estéticas no siempre asumen una identidad correspondiente, por lo que otras cosas --como las estructuras colectivas-- a lo mejor tienen que estudiarse en función de las estéticas de sus procedimientos y maneras de estar juntos. 

Es claro que las ideas no se mueven en dirección única y sin fisuras hacia las acciones y los comportamientos, como si estos últimos fuesen meras expresiones fiables de la intención surgida del pensamiento. Esta problemática se ve aún más en el caso del anarquismo, que no suele obedecer a una metodología estructurada verticalmente. Más bien, la anarquía es una de las posiciones político-sociales que más tiende a defender una relación simbiótica entre la teoría y la praxis. Además, es un caso a estudiar en cuanto a su voluntad de enfatizar el aprendizaje a través de la acción, preferiblemente conjunta.


  ¿En precisamente qué categoría deberíamos colocar una calçotada libertaria?

En el marco actual de prácticas anti-sistema, activismos anti-autoritarias y de voluntad de renovación de todos los paradigmas dominantes de la vida contemporánea, la anarquía propone la crítica más extensa y más completa de todas, más allá de la cuestión de sus debilidades ante las opciones más pragmáticas (o sea, de continuidad estructural). Aún así, su propio carácter le impide presumir de la profundidad de su análisis de la actualidad, además de tener un nombre que todavía suscita suspicacias y tiende a reemplazarse a la primera oportunidad. Así que la anarquía procede con humildad y eufemísticamente por los espacios de encuentro y conflicto donde pretende incidir, sin querer manifestarse como un marco rígido o dogmático de cambio radical. 

A continuación ofrezco un fragmento del texto:


[. . .] El anarquismo es más visible, pero no todo el mundo está dispuesto a “salir del armario”, una idea que defiende Iru Moner, de la Asamblea de Vallcarca. Moner señala la tendencia de algunos militantes de llevar una doble vida, sin explicar sus convicciones a sus familias o en el trabajo. El hecho de defender a una opción anarquista podría exponer a uno a la persecución, pero también llevaría a un mayor entendimiento de sus postulados y la desestigmatización.
Las condiciones, además, han cambiado, explica Moner, en parte por las subidas constantes de alquileres y el acrecimiento de las economías de subsistencia provocadas por la crisis. “A raíz de la crisis de 2008, todos estos conceptos que antes sonaban a marcianos —‘estáis locos’, ‘sois anarquistas’— han cogido fuerza.” En las asambleas de barrio, insiste, “no se prejuzga a las personas por el hecho de utilizar un sitio que no es su propiedad legal”. En Vallcarca uno de los objetivos compartidos es de defender la integridad de lo que queda del casco antiguo, un núcleo en parte ocupado, además de resistir la gentrificación del barrio. Es cada vez más habitual escuchar a los vecinos de Barcelona referirse a la violencia de los desahucios, consentidos por el Estado, para así defender el derecho de un CSO de resistir contra el desalojo, como ocurrió con Can Vies en 2014. 
Con todo, los mismos okupas desmienten que la ocupación es ahora más fácil que antes. “Todavía hay desalojos. Cuando ves a aquellos Mossos, con lo grandes que son, aparecer a la puerta…” La frase es de una persona que no pagó alquiler desde 1995 hasta el año pasado. Lo que sí ha cambiado es que antes de la crisis la ocupación fue la cara más visible de la resistencia contra la economía especulativa. La burbuja inmobiliaria y las consecuencias de su colapso han acabado por dar la razón a los okupas para muchos conciudadanos [. . .]